(De la serie El planeta que habitamos; la tierra que nos alimenta).
sariol@enet.cu
La ciencia es el misticismo de los hechos,
la verdad es que nadie sabe nada.
Leonid Nikoláievich Andréyev,
escritor y dramaturgo ruso.
(1871-1919).
Erosión, compactación, salinidad y también acidez son los grandes males de los suelos cubanos. Sin embargo el problema mayor tal vez esté en la gestión integrada de todas las actividades que suponen su uso, fundamentalmente en agricultura, ganadería/pastos, forestación y minería.
La falta de coherencia en el plano agrícola es el más complicado de todos los ámbitos, porque exige un pensamiento convergente y a la vez un manejo tipificado de cada una de las actividades agrarias.
En medio de todo, la urgencia misma de alimentos[1], además de incidir en el desequilibrio del sistema productivo, indirectamente suscita también el deterioro del suelo.
I
En ocasión del acto central por el 26 de julio del 2007, celebrado en la ciudad de
Camagüey, el entonces Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de
Ministros, General de Ejército Raúl Castro Ruz decía: «aproveché en
llegar aquí por tierra, para ver que todo está verde y bonito, pero lo que más
bonito estaba, lo que más resaltaba a mis ojos, era lo lindo que está el marabú
a lo largo de toda la carretera»[2].
No pocos reaccionaron incitando a una campaña contra
el “diabólico” marabú[3], a
toda costa y a todo costo, dando curso a la tendencia humana de ir a la letra y
no al espíritu de las ideas.
Costó que se entendiera que el problema no era el
marabú, sino la tierra ociosa, y que un manejo convergente de dicha planta
podía genera masa verde para un excelente pienso, también como biocombustible
en forma de carbón vegetal —muy bien cotizado en el mercado europeo— y como
buena madera para muebles rústicos. Finalmente, como floresta que incorpora
nitrógeno a la tierra, podía tenerse como alternativa en la rotación de
cultivos.
La buena
gestión cerraría el círculo, que incluye un correcto manejo ambiental.
II
La idea arrancó, tarde pero segura: «Suelos sanos para
una vida sana» fue el lema elegido por la 68ª sesión de la Asamblea General de
la ONU, al declarar el 2015 como Año Internacional de los Suelos.[4]
La FAO y miembros de la Alianza Sudamericana por el Suelo, se empeñan en
promover la recuperación de la superficie cultivable de la subregión. Pero el panorama es demasiado grande y según estadísticas de esta organización cerca del 70
por ciento de la superficie capaz de producir, presenta diferentes niveles de
degradación en Cuba.
Estudios recientes demuestran que las provincias
de La Habana y Pinar del Río, por ejemplo, demuestran que buena parte de su
área rural y sus aguas de riego han aumentado su salinidad, en cultivos
establecidos en torno a los 10 metros, como son los pastos, la caña de azúcar y
el arroz.
Los mismos van mostrando una caída paulatina de su
nivel productivo.
«Este enriquecimiento de sales, unido a un riego no
atemperado a las condiciones físico-químicas de los suelos, o a la presencia de
un drenaje deficiente, hacen que la vegetación y cultivos se vayan degradando, condicionando
sus sistemas biológicos de forma tal que solo sobreviven las especies y
variedades más rústicas o tolerante al estrés (…) Las aguas de regadío deben
ser monitoreadas a fin de no aplicar aquellas cuyos contenidos salinos
sobrepasen las 650 ppm de sales solubles totales, y especial atención para el
uso de aquellas que provienen de pozos que en ocasiones mantienen intrusión
marina, o las provenientes de campos situados en posiciones topográficas más
altas (aguas de reciclaje).[5]
Es este, sin embargo, solo un panorama parcial de
un todo, que puede apreciarse en varias provincias cubanas.
III
En función de hallar soluciones, el estado cubano subvenciona ideas para
contrarrestar esos procesos de degradación. Mediante un Programa Nacional de
Mejoramiento y Conservación de los Suelos, 17 polígonos conformados por fincas
de productores, son gestionados científicamente por el Instituto de Suelos, para
el mejoramiento y la conservación de la tierra arable y también de los
hídricos, de forma integral, con el fin de que sirvan de ejemplo a los
restantes productores.
La realidad demuestra que si no son reorganizadas
las políticas en el manejo de las estrategias productivas, el deterioro de los
suelos cubanos será incremental, tanto como las urgencias por resolver sus
conflictos.
Gestión, coherencia y visión a largo
plazo, no deberían ser términos de otro planeta.
PROPÓSITOS DE LA DECLARACIÓN DE LA ONU SOBRE EL
AÑO INTERNACIONAL DE LOS SUELOS
|
[1]
La urgencia de disponibilidad y asequibilidad de productos alimentarios en
favor de una alimentación sana se enfrenta a una dieta pobre y monótona –con
elevado contenido de alimentos ricos en carbohidratos, sin variedad, diversidad
y contenido de micronutrientes.
[3]http://www.granma.cu/cuba/2014-05-01/wenseslao-y-el-marabú.
http://sierramaestra.cu/cuba/25869-eliminan-areas-infestadas-de-marabu-en-cuba.
[4] Esta jornada
recuerda el fallecimiento de Hugh Hammond Bennet, un reconocido hombre de
ciencia que quiso lograr un aumento de la producción de la tierra a través de
su mayor protección y que trabajó para concienciar de los beneficios de su
adecuado manejo.
[5] Impacto ambiental de la degradación paulatina
de los suelos en la región Sur de las provincias de La Habana y Pinar del Río. http://www.cubasolar.cu/biblioteca/Ecosolar/Ecosolar03/HTML/articulo06.htm
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