viernes, 25 de marzo de 2016

Amores simultáneos




Rolling Stones, en el horizonte habanero
                                                 Foto Archivo Alma Mater
Lejos en el tiempo, me veo a mí mismo en  un pre-adolescente que rogaba a San Gandongo que el pelo me creciera por minutos antes de que llegara el sábado siguiente.
Por entonces se consideraba que escuchar música en inglés, sobre todo rock, era antipatriótico y tener el pelo largo era diversionismo ideológico y síntoma debilidad sexual, aunque ya desde entonces las muchachas entraban en nuestro imaginario, como el súmmum de la gloria, para instalarse luego de por vida. Y ahí siguen, aun cuando ya veamos también en el horizonte la jubilación, laboral, se entiende.
Yo, confieso, en los 60 era de los seguidores de The Beatles y luego en los 70 de Led Zeppelin, y más tarde de Pink Floyd. No era fan de   los Rolling, aunque rugía de vez en vez, en pésimo inglés y terriblemente  desafinado aquello de ay-can-get-nou-sa-tis-fa-chión y trataba de agitar los pelos que, de tan cortos, no se movían ni con un huracán categoría cinco.
En aquel momento eran muchos los cánones que categorizaban la condición de penetrado cultural, la que muchos esquivábamos con inquietud, porque amábamos… y seguimos amando… muchas cosas que entraban en dolorosa contradicción y no veíamos en aquel tiempo, como tampoco ahora, nada que nos apartara de tantos amores simultáneos.
Entre aquellos amargos tabúes estaba escuchar a los Stones.
Y he aquí y ahora que  más de 50 años después, unas 500 toneladas de equipamiento llegaron a La Habana, como parte de la parafernalia para asegurar un concierto de los septuagenarios rockeros, que se van a subir a un escenario de unos 20 metros de alto por 80 de largo, para “sonar” con la misma energía y la misma gana de vivir que sus admiradores, con edades, tendencias, modas, gustos e intereses distintos, sepan inglés o no.
Años después, en mis inolvidables años universitarios integré una banda ──lo mismo estremeciendo la batería o empuñando las maracas──, variada en su repertorio y audaz en sus propuestas, que asumía igual el sabor Matamoros y la esencia GESI*, con un discreto tono rockero.

Para la fecha, Rolineston estaba en mi Olimpo propio, con menos prudencia en el imaginario sociopolítico, como el pelo largo, el inglés y los amores luminosos con muchachas  audaces.
En breve los músicos británicos estarán desbordando la Ciudad Deportiva.  
De cómo fue espero saber decirles cuando viva esas horas en las que sigo teniendo los mismos amores simultáneos, los que, a pesar de todo, nunca entraron en contradicciones.

*GESI: Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC