miércoles, 31 de octubre de 2018

La tecnología a veces se impone agresiva



Una amiga europea me dijo una vez que entre las imágenes de Cuba que más conservaba en su memoria afectiva, estaba una hornilla eléctrica con una cafetera exprés encaramada encima, humeante, y ya en plano dimensional, olorosa a café criollo.

«Pocas cosas son más cubanas que eso» me ha dicho desencuadernada de tanta nostalgia.

Discrepamos cordialmente. La representación que al respecto tengo yo, es un colador de tela, donde mi abuelo Pedrito por el año 1978 hacía el café de la madrugada, recién tostado ―fuerte y amargo en la primera colada; dulce y claro la segunda― y que mi abuela Cachita cambiaba demasiado seguido por uno nuevo, cosido con esmero y armado con simetría, cuando se ponían “hechos un trapo”.

Hasta su muerte, mi abuelo se negó a usar cafetera exprés que consideró como una bomba de fragmentación. 

Pero en verdad, pudiera afirmarse que no hay hogar cubano que no tenga hoy a la mano una o más cafeteras ―de una, cuatro o seis tazas―, que llamamos en sus momentos “italianas”, que el mundo conoce desde siempre como Moka y que da el café más sabroso del mundo.

A mi amiga le he recordado por chat, que el café cubano más común es el Hola “de tueste oscuro, mezclado con chícharo al 50%, en sobre con peso neto de 115 g” y haga como se haga, a veces no es posible dilucidar bien a qué carajo sabe en realidad.

«Porque nunca habrás probado el “café americano”, me responde invariablemente. «Ese, sin dudas, sabe a mierda, sin más vueltas».

¡Oh, justicia divina!
Pero hace dos días me “desayuné” con una nota, leída en una página digital, donde se afirma que las famosa cafeteras Moka, inventadas en Italia en 1933 por Alfonso Bialetti, van en retirada ante la avalancha del “café en cápsulas”, que con la marca Nespresso, por ejemplo, está haciendo olas en el gusto europeo.

Según abrevia Wikipedia «una cápsula de café es una dosis para una porción de café en polvo en una bolsita de filtro con la cantidad suficiente para una taza; no se pueden utilizar en una máquina de café convencional y algunas vienen con sabores.

La nota asegura que Grupo Bialetti ha sufrido una pérdida de 15,3 millones de euros en el año, hasta finales de junio y ante una deuda de 68 millones de euros anda evaluando su “continuidad empresarial".
Es decir puede ir a la quiebra. Y sería una pena.
En Cuba hay fábricas criollas que han fusilado el modelo. Menos el diseño vintage, tienen incluso la forma de ocho lados de la Bialetti, pero nunca serán iguales que las originales.

El principio puede ser el mismo: una cámara de agua, un filtro en forma de embudo en el centro, donde se coloca el café molido y una cámara en la parte superior, donde va a parar el café. Se enroscan y al fuego

El agua se calienta, se produce vapor; con la presión, el agua hirviente pasa por el filtro con el café molido y a 100 °C; arrastra la mayor cantidad de aceite del café y pasa lentamente a la cámara superior. Resopla, silva o pita, a poco borbotea la espuma y sale por fin “El Gallardo”.

Es un prodigio: necesitan poco mantenimiento; de vez en vez cambiar la junta, mantener limpia la válvula de escape y poner la candela bajita, para que no se achicharre el asa ni se pongan prietas con el uso. Y está demostrado que el café así sabe mejor.

Acepta contenta igual el café Cubita, el Serrano, La Llave que el Hola todomezclado.

Cuando mi abuelo se negaba a usar las cafeteras exprés, tendría 15 años más de lo que yo tengo ahora.

¿La cafetera moka Bialetti perderá por nocaut ante la cápsula?

La tecnología a veces se impone agresiva. La modernidad es complicada.



viernes, 26 de octubre de 2018

Diluvios pinareños


 

“Por donde, de vez en vez, se ahoga Capó” o “Soluciones ingenieras para dramas sociales”.

 

En la provincia de Pinar del Río ha llovido más de lo esperado en los últimos tiempos. Los registros más actuales dicen que este octubre es el segundo de más lluvia que se conozca en la historia del territorio.



Y en tierra feraz y productiva esto siempre se agradece. Se agradece incluso en zonas urbanas, con la esperanza de que el agua nunca falte, en una ciudad no muy prolija en la red de distribución de agua y con viejos problemas en el sistema de alcantarillado.

 

La provincia tiene, sin embargo, 24 embalses, 84 Kilómetros de canales magistrales y 83 pozos de la red de observación para el monitoreo constante de las aguas.

 

Paradójicamente, en un conocido asentamiento urbano de la capital provincial, se ahogan de desesperación cuando cae lluvia un poco más de lo normal.

 

Así sucede en el asentamiento urbano “Ceferino Fernández” y al que el pueblo llama popularmente reparto Capó.

 

El volumen enorme de aguas pluviales que escurrían de modo descontrolado por el barrio, convertía en una tragedia no solo huracanes sino también tormentas tropicales, vaguadas y el más efímero temporal.



Era ya un lugar común en tales trances que el agua amenazara a la zona de seguridad humana ―entre las rodillas y más arriba―, con los consiguientes estropicios en bienes, inmuebles y vías de acceso.

 

Un canal para...

Para darle, por fin, solución al drama, se construye un conducto que canalizaría el desborde para llevarlo por un cauce inofensivo.

 

El canal, del tipo drenaje pluvial, es una de las inversiones más grandes que acomete la delegación provincial del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), en la Ciudad de Pinar del Río. Constituye una de las tres más importantes obras para beneficio social, junto a la rehabilitación de la conductora del campo Pozo Troncoso y las obras para el sistema de abasto al hospital Abel Santa María.




Por estos días es incesante el movimiento de tierras. Será un canal abierto en sus Mil 700 y tantos metros, que desembocará en el río  Guamá, con un monto de inversión de un millón y medio de pesos, entre ambas monedas.

 

Al  cierre de octubre  se habrá ejecutado ya  el 60 % del movimiento de tierra.

 

Al parecer, dentro de poco,  los sueños de  Capó  nadarán, por fin  en un canal que se llevará los temores aguas abajo.

 

Entonces, en las riberas del nuevo canal, en terreno fértil gracias a los mismos funestos aluviones, agricultores empecinados seguirán sembrando el pan suyo de cada día y cuanta proyección les dé la tranquilidad de vivir en el Pinar de las paradojas.

 

 


miércoles, 17 de octubre de 2018

Conectando paisajes


Eloísa y la verdadera vida.

Eloísa es una mujer del campo cubano. De la Sierra de Guaniguanico, más exactamente. Es maestra y su formación base le ha impelido, como a todo buen pedagogo, tratar de entender a los demás, comenzando por entenderse a sí misma.

Y un día decidió, para lograr lo segundo, hacerse cargo a tiempo completo de una hectárea de terreno en plena floresta artemiseña.


Y allá está,  en medio del lomerío que sirve de asiento al paraíso terrenal que es Soroa, en el occidente de la isla grande.


Sin embargo, el pedazo de tierra andaba plagado de marabú, bravo y enmarañado, en pendiente además, un poco pedregosa y otro poco dispareja.


Y así fue la vida de Eloísa durante largo tiempo, llena de marabú interior, bravo y enmarañado, en pendiente humana y social, que además de un tanto pedregosa y otro tanto dispareja, algunas veces iba tan cuesta arriba como para empezar a preguntarse cosas. Y otras veces tan cuesta abajo como para hacerla dudar de sus propias respuestas.


Eloísa ha perdido amores y ha ganado afectos. Entiende que no todo es perfecto; ni ella misma se percibe rondando la perfección ni lo pretende, pero logró construir su verdad, que le ha costado incluso ―por un acápite burocrático― no poder llamar al terreno trabajado como La Eloisíada o simplemente La Eloísa.


Entonces la llamó La Caléndula, como la planta herbácea de hojas alternas y capítulos terminales solitarios, que cultiva con profusión y que sirve para para desinflamar, desinfectar y cicatrizar, comprobadas esas propiedades vulneraria, emenagoga, antiinflamatoria y antiséptica.



Y en su “finca” florecen la pasiflora, el vetiver, la menta americana, la flor de Jamaica y un montón de plantas medicinales más, porque a eso ha dedicado su espacio y su tiempo, en lo que viene a ser algo así como todo el espacio y el tiempo del mundo.


Y le va tan bien, que ha pedido en usufructo dos hectáreas más, porque pasa ya de las más de 60 especies plantadas. Cultiva y comercializa también plantas ornamentales y explota los frutales del terreno, al punto de haber puesto al borde del camino un ventorrillo de refrescos naturales, que expende con hielo y pretende ponerle, en breve, un absorbente a cada vaso vendido.

No le pregunté si esa era la vida que hubiera deseado, porque en el dialogo me dejo entrever cual era la que no hubiera querido. Pero sus hijos la adoran y meten el hombro en la tarea que se ha propuesto y eso, más que una respuesta, es casi una declaración de principios.
Como líder local en muchos ámbitos vive apegada a su comunidad. Y anda decidida a abrirse caminos, uno de los cuales le ha llevado de visita a Chile, como parte de un proyecto de Desarrollo Sostenible.[i]

No nos debería importar si la cuestión es Eloísa o la verdadera vida. Ella ha pensado ya su futuro.




[i] El proyecto GEF/PNUD “Un enfoque paisajístico para conservar ecosistemas montañosos amenazados” presentó la premier del audiovisual “ELOISA”, en el marco de la celebración del Día Internacional de la Mujer Rural y de la Jomada de la Cultura Cubana, en la Comunidad Las Terrazas” ubicada en la Región Especial de Desarrollo Sostenible (REDS) Guaniguanico el pasado del 15 de octubre de 2018.
La obra fílmica mostraba el origen y desarrollo actual de la Finca de Plantas Medicinales “La Caléndula”, Artemisa, Guaniguanico; la cual expone la labor de Eloísa Bocour Vigil, mujer emprendedora en la agricultura quien logró desarrollar su familia y su localidad con recursos e insumos mínimos mediante el uso de buenas prácticas agrícolas, las cuales han servido para certificarla como Finca de Referencia Nacional, con apoyo actual del Proyecto Conectando Paisaje.
Esta finca constituye un espacio clave para validar nuevas experiencias en el manejo agrícola, para la conservación de la Biodiversidad, la implementación del Corredor Biológico y su contribución a la Tarea Vida como programa del estado cubano.


jueves, 4 de octubre de 2018

Fitofármacos


No todo es tan sencillo.



La medicina natural y tradicional está hoy en todas partes. En realidad, siempre estuvo en la sabiduría popular con otras denominaciones.

En el universo de mis mayores andaba con las Emulsiones de Scott a cuestas ―nunca mejor dicho― y con los emplastos de cebo de carnero para la bronquitis.

Y para más detalles, aparecía de vez en vez en los purgantes de leche de coco, que nos daban a mi hermano y a mí, por los empachos mayúsculos y consecutivos, igual por una ingesta de cuerúas y "casquito" de guayaba con queso que por una comezón de chicharrones.
Pero desde hace un tiempo, a la medicina natural se le está tomando más en serio, al pretender constituirse en sistema. Y por eso también sus adversarios se toman más en serio las argumentaciones en contra.

Y cargan igual contra la homeopatía, la medicina natural, la naturista y la brujería; cargan incluso contra los fitofármacos, llamados también fármacos botánicos o fármacos herbales.


Engloban tantas designaciones que las suspicacias navegan ya en demasiadas dudas.

Y todo se complica, porque en encuentros científicos[i] aparecen temas a debate como la homeopatía contra epidemias en situaciones de desastres; el tratamiento de la incontinencia anal funcional con electroacupuntura, la acupuntura en la disfunción eréctil e incluso la acupuntura sin agujas. Se anunciaba igual la terapia floral en niños con tartamudez y tratamientos para el estreñimiento con microsistema de mano o para la úlcera anal crónica.

De todo, como en botica.

Se ha dicho que la soberbia no es buena consejera y que la voz de la experiencia siempre tiene algo que decir.

Los más abiertos sostienen,al menos,la defensa de los fitofármacos, pero exigen una ordenación al intento de reciclar el canon hipocrático. Las preocupaciones, que no rechazan pero mantienen el ojo avizor, andan más por reafirmaciones que por negaciones, para despejar las incertidumbres.

Y una de las preguntas más usuales desde la ciencia es si un ensayo clínico es evidencia infalible de eficacia y seguridad, suficiente, para su indicación en la práctica médica.

O más: exigen la publicación de los resultados de tales ensayos clínicos con bases de datos en concordancia con los Acuerdos de Helsinki (2008), con la ética por delante, según los arbitrios estadísticos.

Argumentan que, por lo general, los razonamientos teóricos no siempre son adecuados y homogéneos y hay falta de evidencias y rigurosidad, porque la mayoría muestra inconsistencia en cuanto a las dosis que se emplean. En medio de excesiva dispersión entre olores, colores y sabores, deben definir además ―con argumentos y pruebas[ii]― de que tal semilla es buena para tal dolencia y precisar si son tres diarias o diez.  

Lo más discutido es la calidad del producto, desde los materiales elegidos, la forma de recolección en el lugar ―en las plantaciones, en el ámbito agrícola― hasta el producto final aplicado al doliente, su envase, envoltura y presentación.

En definitiva ―impugnan―, que sea natural no significa que no cueste. La sostenibilidad no puede ser un concepto en abstracto, rematan.

Cuentas claras

Una política nacional y un marco regulatorio es un imperativo. Hay pasos adelantados, según los más entendidos ―siguiendo los impulsos de los Lineamientos―, en cuanto a la defensa de la medicina natural, con la creación de un documento que logre integrar propósitos de desarrollo.

La introducción de la ISO 9001:2015 en el sistema de calidad para ensayos clínicos en productos naturales no pude esperar; hay estudios de preclínica sobre medicamento naturales, pero urge la necesidad de integrar conocimientos, que respalden un uso médico responsable.


Una verdad parece buscar la pista de aterrizaje: los médicos no pueden actuar sin respaldo productivo ni pueden trabajar a ciegas.

Pero el sentido común aconseja: no nos atrincheremos en las negaciones; la soberbia no es buena consejera.



[i]Congreso BIONAT 2018, entre el 3 y el 7 de septiembre de 2018, desarrollado en el Palacio de Convenciones de La Habana.