Más que un juego de
palabras
(De la serie EL PLANETA QUE
HABITAMOS; LA TIERRA QUE NOS ALIMENTA).
sariol@enet.cu
La
tierra necesita de nitrógeno, fósforo y potasio, tres elementos imprescindibles
para la fertilidad, la producción y el rendimiento en la agricultura.
A
su vez, el aumento de la población mundial urge de alimentos de forma extendida.
En
la sucesión causa y efecto, dos aspectos cobran particular relevancia: por un
lado el manejo de la producción agrícola a gran escala, con el empleo de plaguicidas
cada vez más potentes y por otro la necesidad de gestionar con sentido
ecológico toda la cadena alimentaria.
En
el juego, dos tendencias entran en pugna: la ya posesionada industria
agroquímica y la pujante concepción del desarrollo de bioproductos.
La
primera lidera los mercados, ha estandarizado las tecnologías y sobre todo ha
creado una cultura ensamblada en la rapidez de los resultados, aunque con ello
la tierra se agote.
Por
la misma ruta los ecosistemas se invalidan y los mismos engendros industriales
constituyan riesgos y hayan sido, de hecho, orígenes de desastres.
La
creación, desarrollo, producción y uso de bioproductos enfrenta un dilema
difícil de resolver: necesitan manejar con concepciones sociotecnológicas las
contradicciones con los agroquímicos, agudizadas cuando se establecen
comparaciones a partir de iguales paradigmas.
El
primer presupuesto es no considerarlos sustitutos de los agroquímicos, sino
como una opción. A juicio de los defensores de los bioproductos destinados a la
agricultura, los químicos se aplican, mientras que los biológicos se gestionan.
A
partir de estudios complejos y diferenciados en el terreno, esto los hace
todavía poco competitivos, porque no actúan con la misma rapidez que los
agroquímicos. Al precisar de más operaciones en su tecnología —procesos
fermentativos, de concentración, de secado y de formulación—, los costos del
producto final suben, alejándolo más del mercadeo.
Uno en tres
Tres
tipos de bioproductos fundamentales pueden emplearse en la agricultura: los
biofertilizantes, destinados a la preparación de suelos y capaces de movilizar
los tres elementos básicos —nitrógeno, fósforo y potasio—, mediante el empleo
de microorganismos.
Le
siguen los bioestimulantes, para el fortalecimiento del desarrollo vegetal y finalmente
los bioplaguicidas, encargados del control de plagas y enfermedades.
En
su gestión no producen residuos químicos-tóxicos en las cosechas y por
consiguiente no contaminan los alimentos para consumo humano y animal. Mantienen
su actividad en el campo por tiempos determinados, lo que implica no tener que
aplicarlo de forma consecutiva. Favorecen el restablecimiento de la entomofauna
benéfica, a la vez que da pocas posibilidades de aparición de resistencia de
las plagas, un mal producido con frecuencia por los agroquímicos, convertido en
ciclo interminable cada vez más agresivo.
Las
aplicaciones de los químicos se producen, muchas veces, ante la urgencia de una
plaga; los biológicos, en cambio, se administran en índices más bajos.
A
pesar de usarse con amplias miras desde los años sesenta, buena parte de los
dispositivos artefactuales para manejar los bioproductos son prototipos
realizados por encargo, lo que obliga a que un gran porciento de productores
desarrollen las acciones en forma «artesanal».
Aun
cuando exista la posibilidad de tecnificarse, en gran medida, la mano humana sigue
siendo la protagonista de la historia.
La suma de pocos…
Tal
vez dos aspectos tengan en ascuas a la humanidad, ya acostumbrada a las pifias
de la ciencia y la tecnología.
No
pocos detractores esgrimen el hecho de que, siendo productos que utilizan
organismos vivos empleados en procesos a largo plazo, un error en el manejo de
estas técnicas —¡donde quiera hay margen al error!—, pudieran acarrear desastres
solo resueltos a muy largo plazo.
Orietta
Fernández-Larrea Vega,[i]
investigadora cubana, autora de estudios sobre control microbiológico de plagas
y defensora de los bioproductos es categórica en
sus consideraciones.
«Es cierto que
se emplean organismos vivos, pero estos se obtienen de la propia diversidad
biológica y son devueltos a mayor concentración, después de reproducirlos por
diferentes métodos.
«Al final vuelven al equilibrio en la
naturaleza, y esto es fácil de comprobar, cuando tiempo después de aplicados,
se monitorean y nunca están por encima de las concentraciones de las que,
habitualmente, aparecen en la naturaleza; además la mayoría viven en un
hospedante, que es la plaga, y cuando esta baja, disminuye la concentración del
entomopatógeno, de modo que la mantiene controlada, porque si sube y persiste,
casi siempre en el suelo, vuelven a activarse y así se mantiene un equilibrio.
«Por tanto, si bien es cierto que
pudiera haber riesgos, ¡siempre los hay!, este surgiría solo si ocurriera un
desastre ecológico, como sucede a consecuencia del uso y abuso de los químicos».
Otro
de los grandes lances contra los bioproductos —como ocurre con las tecnologías
que obtienen energías de fuentes renovables— es verlos solo como alternativas
muy locales y limitadas, nunca a gran escala, ante un mundo que precisa de
producción alimentaria, urgente y a progresión planetaria.
La
doctora Fernández-Larrea riposta: «puede pensarse que
con los bioproductos no se van a resolver todos los problemas en las grandes
producciones, por su limitada posibilidad de generarlos a niveles mundiales, en
algunos casos, pero si pudiéramos reducir el 50 % de los químicos a nivel
mundial, ¡qué gran cosa lograríamos! ¡Cuánto se desintoxicaría el ambiente! Además
la suma de pocos hace mucho ¡Y de esos se trata!, de multiplicar su producción
y uso.
«En definitiva, cada vez
pueden producirse mejores productos biológicos, lo cual, sin dudas, apoya la
extensión de su empleo. Sé que hay quien no comparte mis opiniones, pero la gestión a largo plazo se traduce en menos costos, en
iguales o más rendimientos por hectárea y sobre todo más
salud
[i]Doctora en Ciencias
Biológicas, profesora de la Universidad de La Habana y especialista en
Microbiología aplicada al desarrollo de tecnologías para la producción de
microorganismos para el control biológico de plagas.Miembro del Comité de
Expertos del PNCT Biotecnología Agrícola y el PR de Control Biológico. Labora
en el grupo empresarial LABIOFAM.
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