¡Abajo el arado! ¿Y
los bueyes?
(De la serie El
planeta que habitamos; la tierra que nos alimenta).
Está de moda hablar
de sustentabilidad. Y de ecología. Como la alimentación es un problema crucial,
la agricultura es terreno fértil para debatir lo que cada quien entiende como
sustentable, ecológico y otros temas afines.
sariol@enet.cu
Fotos
del autor y archivo.
A
la agricultura convencional —intensiva, extensiva o mecanizada—, le compiten la
de precisión o consumidora, a gran escala, de insumos ultra especializados. Y
en los últimos tiempos pugna la basada en el uso de ingeniería genética y
biotecnología.
Desde
hace algún tiempo una corriente más actualizada habla —también en Cuba— de
Agricultura de Conservación (AC). Pero muchos solo saben a medias de qué se
trata.
Todos
cantan ditirambos cuando leen que —según definición (en versión corta) de la
FAO— es aquella cuyo sistema de producción comprende un conjunto de prácticas
agrarias adaptadas a las condiciones locales de cada región y a las exigencias
del cultivo, a fin de mejorar calidad y biodiversidad y evitar erosión y
degradación del suelo.
Nada nuevo bajo el sol.
Bajo
riego natural o artificial, la AC permite rendimientos comparables con la
agricultura moderna intensiva y reduce costos de producción, tiempo y mano de
obra, en especial en periodos de alta demanda.
Como
cualquier modalidad agrícola, precisa naturalmente de buenas prácticas «con uso
de semillas de calidad, manejo integrado de plagas, nutrientes y malezas. Y su
aplicabilidad es factible en diversos tipo de paisajes agrícolas o uso de la
tierra», lo cual parece bastante obvio.
Tal
vez el primer indicio de algo peregrino es que admite incluso agroquímicos o
abonos de origen sintético, siempre «que no interfiera o haga daño a los
procesos biológicos». Llegado a este junto suena un acorde discordante.
La
aplicación de la AC exhibe tres principios fundamentales: A) Diversificación de
Especies Cultivadas en Secuencia y/o Asociaciones, lo que siempre se llamó,
simple y llanamente, rotación de cultivos. B) Cobertura permanente del suelo
con materia orgánica, es decir, residuos de los propios cultivos, que en forma
de «mantillo» vegetal protege del impacto físico de la lluvia y el viento.
Del
mismo modo provee humedad y por tanto de hábitat para numerosos organismos
—insectos grandes, hongos y bacterias— que descomponen el «mantillo» y lo
incorporan y mezclan, para dar lugar al humus y así favorecen la estabilización
física de la estructura del suelo.
Finalmente,
entra en liza el principio C): Perturbación Mínima del Suelo en Forma Continua.
Esto último, traducido al «humano», es cero roturaciones de tierra —o al menos
mínima— en una conjunción verdaderamente sorprendente.
Y
aquí ,arde Troya.
Toda
la sabiduría agraria de milenios; de civilizaciones, señoríos y caudillajes; de
culturas y procederes atávicos chocan con la AC, de frente y a velocidad
cósmica.
El
arado, que en su momento fue tecnología de punta, y aun hoy es base, no solo es
arcaico, sino también contraproducente.
Otrosí
La
AC —y sus promotores— se encargan de suavizar el electroshock: no es necesario
el laboreo, la roturación o labranza mecánica, porque en medio de tal «mulch»
—mantillo— en el que gracias al «edafón» —organismos vivos del suelo—, se
procesa toda la materia orgánica, puede producirse la siembra, lo que puede
considerarse «labranza» biológica.
La
argumentación necesita ahondar en el hecho de que, si bien la labranza
tradicional del suelo ha estado asociada con la fertilidad en el proceso de
mineralización de nutrientes, se afirma que a largo plazo reduce la materia
orgánica. «Por tanto, la mayoría de los suelos se degradan bajo una agricultura
arable intensiva y prolongada. Esta degradación estructural promueve la formación de costras y compactación y lleva a la erosión. Bajo condiciones
climáticas tropicales, es notoria, pero se puede observar en todos los climas
del mundo».
Afirman
que «labranza cero», particularmente en el sur de Brasil, Norte América, Nueva
Zelanda y Australia, ha dado excelentes resultados.
Desde
luego, la Agricultura de Conservación* precisa de un particular—y obligatorio—
manejo integrado de plagas. En tal sistema con labranza cero o reducida, basado
en cobertura de «mulch», la aparición de plagas y malezas no es poca. Es por
ende un elemento importante la rotación de cultivos para interrumpir la cadena
de infección.
Los
pesticidas químicos sintéticos, en especial los herbicidas, son, en los
primeros años, inevitables, pero empleados con sumo cuidado evitan impactos
negativos sobre la vida del suelo. También inevitable, principalmente por
motivos fitosanitarios, es la quema de los residuos de plantas, con la
consiguiente pérdida de nutrientes.
Pero
los expertos aseguran que con las prácticas de control integrado de plagas y la
rotación de cultivos se producen balances estables entre los organismos del
ecosistema y son cada vez más innecesarios pesticidas sintéticos y
fertilizantes minerales. La quema de los residuos de cultivos y malezas por
motivos fitosanitarios se reduce a un nivel por debajo del sistema original
«convencional».
Tantear
ventajas y desventajas de la AC inclinarían la balanza del lado positivo, pero
nada es en blanco y negro.
¿Cuba, debe?
Los
aborígenes cubanos empleaban la coa cuando en el viejo mundo araban a diestra y
siniestra, desde A.D.E. Pero medio milenio pesa en las usanzas. Y la necesidad
obliga, tanto como la ciencia, la tecnología y la innovación.
Cuba,
alargada, estrecha y con escasas lluvias, posee un total de 8 millones 709,3ha., de las que según la Clasificación Agroproductiva de los Suelos Cubanos 1
millón 436.6 ha. son muy productivas, mientras que poco productivas son algo
más de 4 millones de ha. con erosión ―de muy fuerte a
media―, la proporción de superficie del país anda por un 26,4%; con baja
fertilidad, un 27,3%.
En
el tema agrícola, el país no puede renunciar a ninguna experiencia, las
esenciales y las potenciales; las ancestrales y las novedosas; las
tradicionales y las ecológicas, muchas veces coincidentes.
La
vida es de constante alternativa.
*El
empleo de la agricultura de conservación consigue alta infiltración de agua,
que evita el escurrimiento superficial y por la misma razón la erosión. Ambas
cuestiones mejoran los recursos subterráneos de agua. En muchas regiones del
mundo en que se ha empleado la AC, manantiales naturales secos durante mucho
tiempo, rebrotaron nuevamente. Pero las investigaciones están aún por demostrar
orígenes y motivaciones.