No todo es tan sencillo.
La
medicina natural y tradicional está hoy en todas partes. En realidad, siempre estuvo
en la sabiduría popular con otras denominaciones.
En
el universo de mis mayores andaba con las Emulsiones de Scott a cuestas ―nunca
mejor dicho― y con los emplastos de cebo de carnero para la bronquitis.
Y
para más detalles, aparecía de vez en vez en los purgantes de leche de coco,
que nos daban a mi hermano y a mí, por los empachos mayúsculos y consecutivos,
igual por una ingesta de cuerúas y "casquito" de guayaba con queso que por una comezón de
chicharrones.
Pero
desde hace un tiempo, a la medicina natural se le está tomando más en serio, al
pretender constituirse en sistema. Y por eso también sus adversarios se toman
más en serio las argumentaciones en contra.
Y
cargan igual contra la homeopatía, la medicina natural, la naturista y
la brujería; cargan incluso contra los fitofármacos, llamados también fármacos
botánicos o fármacos herbales.
Engloban
tantas designaciones que las suspicacias navegan ya en demasiadas dudas.
Y
todo se complica, porque en encuentros científicos[i]
aparecen temas a debate como la homeopatía contra epidemias en situaciones de
desastres; el tratamiento de la incontinencia anal funcional con
electroacupuntura, la acupuntura en la disfunción eréctil e incluso la
acupuntura sin agujas. Se anunciaba igual la terapia floral en niños con
tartamudez y tratamientos para el estreñimiento con microsistema de mano o para
la úlcera anal crónica.
De todo, como en
botica.
Se
ha dicho que la soberbia no
es buena consejera y que la voz de la
experiencia siempre tiene algo que decir.
Los
más abiertos sostienen,al menos,la defensa de los fitofármacos, pero exigen una
ordenación al intento de reciclar el canon hipocrático. Las preocupaciones, que
no rechazan pero mantienen el ojo avizor, andan más por reafirmaciones que por
negaciones, para despejar las incertidumbres.
Y
una de las preguntas más usuales desde la ciencia es si un ensayo clínico es evidencia
infalible de eficacia y seguridad, suficiente, para su indicación en la
práctica médica.
O
más: exigen la publicación de los resultados de tales ensayos clínicos con bases
de datos en concordancia con los Acuerdos de Helsinki (2008), con la ética por
delante, según los arbitrios estadísticos.
Argumentan
que, por lo general, los razonamientos teóricos no siempre son adecuados y
homogéneos y hay falta de evidencias y rigurosidad, porque la mayoría muestra
inconsistencia en cuanto a las dosis que se emplean. En medio de excesiva
dispersión entre olores, colores y sabores, deben definir además ―con argumentos y
pruebas[ii]― de que tal
semilla es buena para tal dolencia y precisar si son tres diarias o diez.
Lo
más discutido es la calidad del producto, desde los materiales elegidos, la
forma de recolección en el lugar ―en las plantaciones, en el ámbito agrícola―
hasta el producto final aplicado al doliente, su envase, envoltura y
presentación.
En
definitiva ―impugnan―, que sea natural no significa que no cueste. La
sostenibilidad no puede ser un concepto en abstracto, rematan.
Cuentas claras
Una
política nacional y un marco regulatorio es un imperativo. Hay pasos
adelantados, según los más entendidos ―siguiendo los impulsos de los Lineamientos―,
en cuanto a la defensa de la medicina natural, con la creación de un documento
que logre integrar propósitos de desarrollo.
La
introducción de la ISO 9001:2015 en el sistema de calidad para ensayos clínicos en
productos naturales no pude esperar; hay estudios de preclínica sobre
medicamento naturales, pero urge la necesidad de integrar conocimientos, que
respalden un uso médico responsable.
Una
verdad parece buscar la pista de aterrizaje: los médicos no pueden actuar sin
respaldo productivo ni pueden trabajar a ciegas.
Pero
el sentido común aconseja: no nos atrincheremos en las negaciones; la soberbia
no es buena consejera.
[i]Congreso BIONAT 2018,
entre el 3 y el 7 de septiembre de 2018, desarrollado en el Palacio de
Convenciones de La Habana.
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