El tiempo que nos
toca
Texto y foto: Jorge Sariol
Los asentamientos humanos y el
equilibrio con el territorio en que se habita es un conflicto del que nadie es
ajeno, todos comprenden pero pocos asumen.
Tal dilema está siendo auscultado por expertos
en un encuentro que acaba de iniciarse en el Palacio de Convenciones de La
Habana, bajo el nombre de XIV Convención Internacional de Ordenamiento
Territorial y Urbanismo y cuya idea central es casi un espejismo que nos repite
todas las mañanas que más allá de nuestras angustias hay alguien intentando llegar
a algún lugar.
Somos ya
7 mil millones de humanos subido a este planeta. En palabras del novelista
cubano Alejo Carpentier, venimos, «agobiados de penas y de tareas» a conquistar
un reino, en este mundo cada vez más chiquito y sobrado de conflictos, donde el
acomodo no parece ser solo un problema entre lo real o lo maravillo.
Tal vez
por eso la frase Dimensión cultural del
territorio y la ciudad, que preside el congreso, suena más lejana cuanto
más nos acercamos a su esencia.
«Las estructuras y paisajes —urbano-territoriales— expresan valores y
organización de cada sociedad», dicen los especialistas, mientras las
interrelaciones entre lo global y lo local hacen llover a veces más impactos negativos
que positivos. Historia, identidad, patrimonio, estructuras espaciales, espacio
público, arquitectura e imagen, diversidad y recursos culturales… todo junto y
a veces revuelto, en ocasiones hacen que la sal de la vida tenga un gusto
demasiado salado.
Un territorio es coherente si equilibra
patrimonio y medio ambiente; si hace de
la gestión de gobierno un compromiso de los ciudadanos y de las instituciones;
si piensa y ejecuta los procesos de desarrollo, en conjunción con los
saberes culturales de las comunidades.
«Una urbe culta labra de manera
consciente y responsable su concepto de lo propio» advierten los expertos,
para quienes la ciudad creativa es aquella que integra arte y urbanismo, pero todos sabemos que no es tan fácil.
Tal vez sea menos complicado la prevención
de desastres que pensar una urbanización en tiempos de cambios económicos,
sociales o tecnológicos.
Tal vez el envejecimiento de la
población y las soluciones al problema de la vivienda no sean los dos problemas
más urgentes.
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