¡Candela, Chama! o El Síndrome del «Sol Quieto».
Muchos dicen que el 21 de junio de cada año comienza oficialmente el verano.
Es, naturalmente, una convención establecida para poner orden y concierto social, en el concierto y el orden que pone la mecánica celeste de este universo ancho y ajeno.

Se reconoce como matemáticamente exacto que cada 21 de junio ocurre el llamado solsticio de verano y tecnicamente se definen como «aquellos momentos del año en los que el Sol alcanza su máxima posición meridional o boreal, es decir, una máxima declinación norte (+23º 27') y máxima declinación sur (-23º 27') con respecto al ecuador terrestre.»
Ocurre dos veces por año: el 20 ó 21 de junio y el 22 ó 23 de diciembre. Las fechas de los solsticios resultan marcas del tránsito «astronómico» de la primavera al verano y del otoño al invierno en zonas templadas.
Se establece que en el solsticio de verano del hemisferio Norte, el Sol alcanza el cenit al mediodía sobre el Trópico de Cáncer y en el solsticio de invierno alcanza el cenit al mediodía sobre el Trópico de Capricornio.

Cuba está justo en la frontera norte del Trópico de Cáncer. Nos toca buena dosis.
El solsticio es un término astronómico relacionado con la posición del Sol en el ecuador celeste. El nombre proviene del latín solstitium (sol sistere o sol quieto).
En los días de solsticio, la longitud del día y la latitud del Sol al mediodía son máximas (en el solsticio de verano) y mínimas (en el solsticio de invierno) comparadas con cualquier otro día del año.
Ha sido tal la importancia que se le conceden a los solsticios —y también al equinocio, ¡ya le tocará!— que en diversas culturas antiguas se celebraban unas cuantas festividades y rituales de las cuales muchas se conservan hoy.

Sin embargo si alguien desea saber en verdad la «mecánica del verano» en Cuba, que no vaya a nuestras playas democráticas, aireadas y mullidas en su fina arena.
¡No, que vá! Que se acomode en el muro del Malecón al mediodía, ahí, justo frente al viejo e imponente Castillo de Los tres Reyes Magos del Morro.
Y después «postea» sus vivencias.
¡Y que venga la fiera, que la estoy esperando
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