Una amiga europea me dijo una
vez que entre las imágenes de Cuba que más conservaba en su memoria afectiva,
estaba una hornilla eléctrica con una cafetera exprés encaramada encima,
humeante, y ya en plano dimensional, olorosa a café criollo.
«Pocas cosas son más
cubanas que eso» me ha dicho desencuadernada de tanta nostalgia.
Discrepamos cordialmente.
La representación que al respecto tengo yo, es un colador de tela, donde mi
abuelo Pedrito por el año 1978 hacía el café de la madrugada, recién tostado ―fuerte
y amargo en la primera colada; dulce y claro la segunda― y que mi abuela Cachita
cambiaba demasiado seguido por uno nuevo, cosido con esmero y armado con
simetría, cuando se ponían “hechos un trapo”.
Hasta su muerte, mi abuelo
se negó a usar cafetera exprés que consideró como una bomba de
fragmentación.
Pero en verdad, pudiera
afirmarse que no hay hogar cubano que no tenga hoy a la mano una o más
cafeteras ―de una, cuatro o seis tazas―, que llamamos en sus momentos
“italianas”, que el mundo conoce desde siempre como Moka y que da el café más
sabroso del mundo.
A mi amiga le he recordado por chat, que el café cubano más común es el Hola “de tueste oscuro, mezclado con chícharo al 50%, en sobre con peso
neto de 115 g” y haga como se haga, a veces no es posible dilucidar bien a qué carajo
sabe en realidad.
«Porque nunca habrás
probado el “café americano”, me responde invariablemente. «Ese, sin dudas, sabe
a mierda, sin más vueltas».
¡Oh,
justicia divina!
Pero hace dos días me “desayuné”
con una nota,
leída en una página digital, donde se afirma que las famosa cafeteras Moka, inventadas en Italia en 1933 por Alfonso Bialetti, van en retirada ante
la avalancha del “café en cápsulas”, que con la marca Nespresso, por ejemplo,
está haciendo olas en el gusto europeo.
Según abrevia Wikipedia «una
cápsula de café es una dosis para una porción de café en
polvo en una bolsita de filtro con la cantidad suficiente para una taza; no se
pueden utilizar en una máquina de café convencional y algunas vienen con
sabores.
La nota asegura que Grupo
Bialetti ha sufrido una pérdida de 15,3 millones de euros en el año, hasta
finales de junio y ante una deuda de 68 millones de euros anda evaluando su “continuidad
empresarial".
Es decir puede ir a la quiebra.
Y sería una pena.
En Cuba hay fábricas
criollas que han fusilado el modelo. Menos el diseño vintage, tienen incluso la
forma de ocho lados de la Bialetti, pero nunca serán iguales que las
originales.
El principio puede ser el
mismo: una cámara de agua, un filtro en forma de embudo en el centro, donde se
coloca el café molido y una cámara en la parte superior, donde va a parar el
café. Se enroscan y al fuego
El agua se calienta, se
produce vapor; con la presión, el agua hirviente pasa por el filtro con el café
molido y a 100 °C; arrastra la mayor cantidad de aceite del café y pasa lentamente
a la cámara superior. Resopla, silva o pita, a poco borbotea la espuma y sale
por fin “El Gallardo”.
Es un prodigio: necesitan
poco mantenimiento; de vez en vez cambiar la junta, mantener limpia la válvula
de escape y poner la candela bajita, para que no se achicharre el asa ni se
pongan prietas con el uso. Y está demostrado que el café así sabe mejor.
Acepta contenta igual el café
Cubita, el Serrano, La Llave que el Hola
todomezclado.
Cuando mi abuelo se negaba
a usar las cafeteras exprés, tendría 15 años más de lo que yo tengo ahora.
¿La cafetera moka Bialetti
perderá por nocaut ante la cápsula?
La tecnología a veces se
impone agresiva. La modernidad es complicada.