De
los tiempos en que la imaginación volaba tanto como lo que permite un
videojuego y daba más cuerda en el alma que la maravilla de un iPod.
En
medio de un contexto confuso y amargo, quiero, como homenaje y mensaje de
esperanza, compartir una evocación entrañable: el miércoles 12 de abril de 1961
el mundo entero supo que había un ser humano en el espacio. Entonces yo tenía
seis años y para mí, como para muchos niños cubanos, el cosmonauta, un ruso
llamado Yuri Alexandrovich Gagarin[i]
fue entonces un héroe a seguir.
A
partir de ahí ya no era muy llamativo ser El Llanero Solitario o Superman; el
primero, porque estaba pasado de moda y el segundo porque era más creíble y quién
sabe si hasta probable, volar al cosmos en un cohete y no autoimpulsado por una
capa.
Las
dos semanas siguientes muchos nos pasamos varias noches mirando al cielo por si
se veía la estrella viajera Vostok-1, donde iba el cosmonauta, aunque el vuelo
de Gagarin fuera de ida y regreso en aquella misma media mañana, solo durara
108 minutos y pudiera dar una sola vuelta al planeta.
Cuando
poco después estuvo en Cuba, invitado para las fiestas por el 26 de Julio ─Día
de la Rebeldía Nacional─ y le vimos siempre sonriente y cercano, se hizo más
real el optimista irremediable que era Gagarin.
El
impacto fue tal que años después en medio de cualquier rumba estudiantil
coreábamos un estribillo que anunciaba que como Yuri Gagarin nos
iríamos al cosmos montado en un patín.
Eran
tiempos en que la imaginación volaba más que lo que hoy permite un videojuego y
daba más cuerda en el alma que la maravilla actual de un iPod.
Y
supimos un anécdota festiva ─que creímos impensable para el carácter eslavo ─: en la mañana en que trasladaban a Gagarin ya
con su traje de vuelo, nada más y nada menos que en un pequeño ómnibus común y
corriente, desde la base de entrenamientos hasta la rampa de lanzamiento en
Baikonur, el cosmonauta mandó a detener la guagua a medio camino y siendo un
día de tanta enormidad, se bajó a orinar justo sobre una rueda del vehículo,
como la cosa más natural del mundo.
Si
Gagarin hubiera sido cubano el chiste hubiera tenido para dos o tres hora de
narración, pero cuentan que a partir de entonces un cosmonauta que despegara
desde Baikonur, fuera de la nacionalidad que fuera, nunca dejaba de hacer el
ritual del chorrito en honor a la sencillez del primero y más famoso de todos
los hombres que subieron al espacio.
Son
demasiadas historias para recordar en dos cuartillas sobre la vida de un hombre
de quien se cuenta tenía una serenidad inagotable en su modo de ser. «No sabía
lo que era la envidia", escribiría sobre él años después Germán Titov, el
segundo cosmonauta soviético.
En
este mundo nuestro donde no faltan los creídos y arrogantes, recordar aquel día
y aquel ser humano, tiene el doble alegato de valorar la trascendencia que aún
tiene la frase de Gagarin cuando al contemplar la tierra, a más de trescientos
kilómetros de altura y a una velocidad de 28 Mil kilómetros por hora, pidió no
destruir tanta belleza.
[i]
Fecha de nacimiento: 9 de marzo de 1934, Klúshino, Rusia/Fallecimiento: 27 de
marzo de 1968, Novoselovo, Rusia.
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