La
percepción de riesgo es una aptitud que los cubanos hemos aprendido
a manejar como país. No es lanzarse en brazos de la alarma y de ahí
al miedo descontrolado, sino pensar con serenidad y conciencia de los
peligros y actuar de acuerdo a las normas pensadas para cada caso.
Y la primera condición para percibir y gestionar el riesgo, cualquiera que
ese sea, es la prevención, que en Cuba ha sido una regla en muchos ámbitos.
Convertida en actitud, accionamos en la medicina preventiva y de ahí a la preparación sistémica para enfrentar eventos atmosféricos o contrarrestar agresiones. Y no han sido pocos los malos momentos.
En todo caso y mire como se mire, la prevención precisa en primera instancia de responsabilidad y la responsabilidad con uno mismo no es algo que pueda delegarse o entregársela a nadie más que a la conciencia individual.
Al margen de cualquier consideración, el primero y más valioso argumento es hacer lo que el sentido común aconseja.
Para cada caso en Cuba tenemos disposiciones, orientaciones y dispositivos de acción. No hay justificación para no tomar medidas que garanticen la salud.
La serenidad es una virtud, una cualidad con la que se nace, pero puede
armarse y fomentarse con sentido común; el manejo y la gestión de riesgo en cambio, es una capacidad que precisa de preparación y seguimiento y de actitud ante la vida y las responsabilidades.
Si la percepción de riesgo es un rasgo que los cubanos hemos aprendidos a manejar como país, merece que a nivel individual hagamos gala de responsabilidad como primer escalón para hacer honor a nuestra capacidad de resistencia.
Y la primera condición para percibir y gestionar el riesgo, cualquiera que
ese sea, es la prevención, que en Cuba ha sido una regla en muchos ámbitos.
Convertida en actitud, accionamos en la medicina preventiva y de ahí a la preparación sistémica para enfrentar eventos atmosféricos o contrarrestar agresiones. Y no han sido pocos los malos momentos.
En todo caso y mire como se mire, la prevención precisa en primera instancia de responsabilidad y la responsabilidad con uno mismo no es algo que pueda delegarse o entregársela a nadie más que a la conciencia individual.
Al margen de cualquier consideración, el primero y más valioso argumento es hacer lo que el sentido común aconseja.
Para cada caso en Cuba tenemos disposiciones, orientaciones y dispositivos de acción. No hay justificación para no tomar medidas que garanticen la salud.
La serenidad es una virtud, una cualidad con la que se nace, pero puede
armarse y fomentarse con sentido común; el manejo y la gestión de riesgo en cambio, es una capacidad que precisa de preparación y seguimiento y de actitud ante la vida y las responsabilidades.
Si la percepción de riesgo es un rasgo que los cubanos hemos aprendidos a manejar como país, merece que a nivel individual hagamos gala de responsabilidad como primer escalón para hacer honor a nuestra capacidad de resistencia.
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