Un poco del Sahara… en Cuba
Anualmente se dispersan
por varias partes del planeta más de 3 mil millones de toneladas de
polvo procedentes del desierto del norte africano. Llamadas Tormentas de
SAL (Sahara Air Layer, por sus siglas en inglés), estas «Capas Aéreas
del Sahara», vuelan incluso por sobre el océano Atlántico y llegan
hasta el continente americano.
Al despegar de África, la
tormenta de polvo aprovecha fuertes corrientes de aire sumamente seco y
caliente para ascender. En su desplazamiento sobre el océano se
encuentra con masas de aire más frío sobre las cuales se desliza como
en un colchón, pero sin trascender otras corrientes aéreas heladas a
mayor altura. Entonces se acomoda en esta especie de «pista» que muchos
denominan jet de bajos niveles.
Al final del trayecto, la
nube de polvo desértico cae como un amplio abanico
que va desde La
Florida hasta la zona amazónica, incluido el Mar Caribe, sus islas y
sus ecosistemas.
El viaje se produce, generalmente, entre marzo y agosto, pero los meses de mayor volumen son junio-julio.
Cargadas de mala fama y en
dependencia de sus «zonas-fuentes», las Tormentas de SAL —en realidad
un polvo muy fino, respirable— pueden traer carga biológica si vienen
de zona sur —desierto del Sahel— en forma de esporas, polen, hongos,
estafilococos, virus y otros contaminantes orgánicos, pero también, si
proceden del Sahara argelino —norte—, traen minerales como el calcio y
metales pesados incluyendo hierro y mercurio; a esto, varios expertos
lo denominan irónicamente polvo «limpio».
Sin embargo algunos le
conceden a las tormentas ciertas virtudes. De lo que viene a América la
mayor parte queda en el océano, pero los expertos calculan que 50
millones de toneladas caen solo en la amazonía, con un curioso balance
de nutrientes, de muchos modos beneficiosos para la enorme masa verde
del pulmón del planeta. El polvo también fomenta la creación de suelos
en zonas rocosas.
Sobre el mar tiene un
efecto «fertilizante» al depositar grandes cantidades de hierro que
interactúan con determinadas bacterias, formando compuestos
nitrogenados, ideal para la profusión de fitoplancton; con ello se
dispara la base de la cadena alimentaria; pero… según afirman los
científicos es tanta la cantidad de hierro que en muchas ocasiones se
rompe el equilibrio y también hay grandes floraciones de algas tóxicas
que provocan las llamadas mareas rojas, con alta disminución del
nivel de oxígeno en el mar.
En cambio, no se conocen
cifras exactas de lo que llega a la cuenca del Caribe. En verdad son
millones de toneladas… y de preocupaciones.
Para el experto cubano Eugenio Mojena López, las Tormentas de SAL tienen a su favor inhibir la ciclogénesis, es decir, la formación de ciclones e incluso pueden destruir huracanes ya en desarrollo: «hay que verlo en dos procesos —dice—; por un lado ese aire fuerte, caliente, seco y polvoriento interfiere en la formación de los ciclones que necesitan de ciertas condiciones estables de humedad para su formación; pero también destruye los huracanes ya formados, porque introduce vientos muy fuertes dentro del sistema y sobre las columnas de sus vientos giratorios».
Para el experto cubano Eugenio Mojena López, las Tormentas de SAL tienen a su favor inhibir la ciclogénesis, es decir, la formación de ciclones e incluso pueden destruir huracanes ya en desarrollo: «hay que verlo en dos procesos —dice—; por un lado ese aire fuerte, caliente, seco y polvoriento interfiere en la formación de los ciclones que necesitan de ciertas condiciones estables de humedad para su formación; pero también destruye los huracanes ya formados, porque introduce vientos muy fuertes dentro del sistema y sobre las columnas de sus vientos giratorios».
Sin embargo, para este
meteorólogo de origen, también este polvo, por inhibir la lluvia
fomenta las sequías. En su opinión, «todo hay que analizarlo
integralmente, pues la cuestión tiene que ver con las incidencias en
humanos-plantas-animales, es decir del ecosistema completo, sobre todo
en el tema salud.
Según Mojena López, Doctor
en Ciencias Físicas, especialista en percepción remota y estudios de la
tierra según datos satelitales, al país le urgen investigaciones más profundas. «Nos faltan mediciones de superficie. Los pocos datos están
muy dispersos. Los cotejos que hemos hecho en Cuba no han sido en serie, no son sistemáticos ni están
estructurados.
«El último estudio grande
—entre 2005 y 2010— indica que han sido menos intensas las tormentas de
polvo del desierto africano, pero no quiere decir que sea poco lo que
llega. Las observaciones en Guantánamo, por ejemplo, nos llevaron a
comparar la llegada de polvo y la concurrencia por casos de asma a
centros asistenciales. Hubo aumento y ocurrió en varios años seguidos,
fuera de los meses de invierno, algo que, según datos obtenidos,
coincide en todo el arco de Las Antillas. Hay zonas en Cuba donde se
presentan picos de incidencia de casos de asma bronquial en
determinadas edades —en grupos de 1 a 4 años y en mayores de 65—,
coincidentes con la llegada de polvo desértico en el verano.
«Hay algo que no podemos
obviar: el asma en el país ha aumentado varias veces ¿Cuánto puede
estar vinculado a la presencia de polvo del desierto? ¿Cuál es la zona
«fuente»? ¿Qué componentes tienen? Cuando el mundo desarrollado se ocupa
de estos problemas, utilizando recursos financieros, tecnológicos y
humanos, por algo será. Soy colaborador de una universidad de Puerto
Rico y ellos se emplean a fondo mediciones en relación con el polvo
que nos llega del desierto del Sahara. Pero no solo eso: realizan
cálculos y observaciones desde que la tormenta de polvo se aproxima a
este lado del Atlántico y al momento de su llegada; luego contrastan
estos datos con las observaciones hechas en las zonas-fuentes. Utilizan
eficientemente las informaciones del llamado Tren-A, es decir una
constelación de satélites —de cuyos datos nos beneficiamos también los
cubanos— para observar todo lo relacionado con las tormentas de polvo
de los desiertos africanos.
«La idea es tomar las
precauciones ahora y no esperar a que ocurra un desastre. Cualquier
evento atmosférico que se presente en la zona del Sahara durante el
verano puede afectarnos a nosotros en ocho días, aproximadamente.
«Recomendamos estricto
monitoreo de las tormentas de polvo; sobre todo mejores mediciones
biológicas, pues son partículas respirables, que caen desde Punta de
Maisí al Cabo de San Antonio y de algún modo nos pueden estar
afectando».
Texto, infografía y foto: Jorge Sariol