¿Qué es el Dique Sur? ¿Para qué sirve? Viaje por el terraplén que no es y una presa que no parece.
Fotos del autor y gráfica Google Earth .
El Cambio
climático[1] es un
hecho macizo. Bases científicas sólidas argumentan que a consecuencias del
mismo —con alteraciones observables— aumenta de la temperatura promedio anual y
el nivel medio del mar.
En el
archipiélago cubano son evidentes las variaciones del régimen de lluvias, el incremento
y extensión significativa de las sequías, los cambios en la disponibilidad del
agua y la disminución de los recursos hídricos potenciales.
Dos estrategias
fundamentales, la adaptación y la mitigación [2], han
sido plataforma mundial en el enfrentamiento al cambio climático.
Un ejemplo
de asunción de este binomio lo constituye el Dique Sur, ubicado en territorios
de las provincias Artemisa y Mayabeque, una extensa área que sostiene el
llamado Acueducto Cuenca Sur, encargado de proveer agua hacia varios municipios
de La Habana.
En la
región se encuentran además varios asentamientos urbanos y una rica llanura, plena
de cultivos varios.
Entre las
principales características hidrológicas de tal acueducto, construido a principios
los años 50, está la existencia de 29 pozos acuíferos, todos por debajo del
nivel del mar.
En los años
70 un análisis arrojó que un volumen importante de agua —cerca de diez millones
de metros cúbicos al año—, se estaba yendo hacia el mar y era notoria la
salinización de una parte de esa franja terrestre[3].
Para
obstaculizar el escurrimiento de las aguas superficiales hacia el mar, interrumpir
parcialmente el flujo subterráneo de la intrusión salina e impedir la
penetración del mar, se construyó, en 1985, una escollera denominada desde
entonces Dique Sur, desde Majana hasta el poblado de Batabanó. La construcción
duró cinco años y desde entonces no se había realizado un mantenimiento total.
La actual
rehabilitación se ejecutó en cinco meses y laboraron en ella trabajadores y especialistas de cuatro entidades distintas. La
longitud actual de Dique Sur es de 51,7 kilómetros y fue compactado un terraplén
con 70 000 metros3 de áridos traídos de varias canteras, una de
ellas El Rancho, Ceiba del Agua, distante 30 kilómetros.
El ancho de
corona es entre seis/siete/ocho metros. La cota sobre la corona va de 1,5 a dos metros;
posee 39 badenes y su costo ha sido de 15,4 millones de pesos en moneda
nacional. Se embalsan 45 millones de metros cúbicos del líquido elemento y
cubre 13 000 hectáreas.
El todo por las partes
El trayecto
más occidental: Majana/Guanimar, se extiende a lo largo de 14,7 km., con 14
badenes. En la actualidad cada aliviadero se subió, como promedio, a 90
centímetros.
El área es
rica en biodiversidad y posee buen nivel de conservación en los manglares[4].
Para
comprobar in situ vida y milagros de esta singular “presa”, dos periodistas
y tres fotorreporteros recorremos este tramo. El colega René Tamayo, del diario
Juventud Rebelde, señala que del lado Sur los mangles parecen vivir con buena
salud. «Confirmado —dice—, el agua de ese lado del dique es salada;
del lado norte es dulce. «Que sea
dulce no significa que sea exactamente potable», le advierto. Y René
asiente y bota la que le pudiera quedar en la boca. Desde la ventanilla del
vehículo que nos transporta, el chofer dice como de pasada « ¡Por aquí se han
avistados varios cocodrilos!». Todos nos miramos significativamente y en un veloz
“triplesalto” nos subimos a la Mitsubishi.
Del lado izquierdo del badén puede verse el talud; del lado derecho, el aliviadero. Al pensar
en el medio ambiente, uno de los dilemas de la rehabilitación estuvo al diseñar
y ejecutar los taludes, pues por lo general son extendidos y salen varios
metros de la cortina del dique. En este caso se lograron taludes cortos,
gracias a la pericia de los operarios de las máquinas, que con mucho riesgo
consiguieron una inclinación tan pronunciada como breve.
«Habrá que hacer estudios para ver si en
otras partes del país es factible y positivo hacer diques como este. No se
puede generalizar la experiencia[5],
sin hacer estudios profundos de cada territorio».
El reto de
enfrentar el cambio climático tiene ante sí un dilema complejo: además de la
adopción de tecnologías que hagan viables el uso de fuentes renovables para producir
energías eficientes, se precisa de la consecución de sostenibilidad ambiental y
el avance en los planes de desarrollo económico y social.
Son muchas
contradicciones a superar y es poco el tiempo.
[1] Cambio
climático: cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad
humana, que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la
variabilidad natural del clima, observada durante períodos de tiempo
comparables, como mínimo de 30 años. Las estrategias fundamentales en el
enfrentamiento al cambio climático son la adaptación y la mitigación.
[2] “Las
estrategias fundamentales en el enfrentamiento al cambio climático son la
adaptación y la mitigación. La adaptación presupone ajustes en los sistemas
como respuesta a estímulos climáticos proyectados o reales, en la pretensión de
disminuir la vulnerabilidad. La mitigación,
en cambio, es la aplicación de políticas para reducir las emisiones de Gases de
Efecto Invernadero (GEI) (CO2, CH4, N2O, HFC, PFC, SF6) y potenciar sumideros,
sin comprometer el desarrollo del país”: Conferencia
del Dr. Wenceslao Carrera, experto del CITMA.
[3] “La
norma cubana establece 350 mg de cloruro por litro para el consumo humano”. Declaraciones del ingeniero Jorge Kalaf
Maluf, de la Empresa de Servicios Ingenieros Hidráulicos de Occidente.
[4] “Los
manglares no han sido afectados a lo largo de toda la costa; donde han muerto,
del lado sur del dique, ha sido anterior y por otra razón”. Entrevista a Reynaldo Fuentes, director de
la Unidad Empresarial de Base (UEB) de diseño, de la Empresa de investigaciones
de Proyecto Ingenieros de la provincia de Matanzas.
[5] “En
algún momento se pensó llevar el dique hasta la Ciénaga de Zapata, pero un
estudio arrojó que aquellos humedales son capaces de solventar por sí mismos lo
que aquí resuelve el dique”. Ídem
anterior.