Rolling Stones, en el horizonte habanero
Foto Archivo Alma Mater
Lejos en el tiempo, me veo
a mí mismo en un pre-adolescente que
rogaba a San Gandongo que el pelo me creciera por minutos antes de que llegara
el sábado siguiente.
Por entonces se
consideraba que escuchar música en inglés, sobre todo rock, era antipatriótico
y tener el pelo largo era diversionismo ideológico y síntoma debilidad sexual,
aunque ya desde entonces las muchachas entraban en nuestro imaginario, como el súmmum
de la gloria, para instalarse luego de por vida. Y ahí siguen, aun cuando ya veamos
también en el horizonte la jubilación, laboral, se entiende.
Yo, confieso, en los 60 era
de los seguidores de The Beatles y luego en los 70 de Led Zeppelin, y más tarde
de Pink Floyd. No era fan de los Rolling, aunque rugía de vez en vez, en
pésimo inglés y terriblemente desafinado
aquello de ay-can-get-nou-sa-tis-fa-chión
y trataba de agitar los pelos que, de tan cortos, no se movían ni con un
huracán categoría cinco.
En aquel momento eran
muchos los cánones que categorizaban la condición de penetrado cultural, la que
muchos esquivábamos con inquietud, porque amábamos… y seguimos amando… muchas
cosas que entraban en dolorosa contradicción y no veíamos en aquel tiempo, como
tampoco ahora, nada que nos apartara de tantos amores simultáneos.
Entre aquellos amargos
tabúes estaba escuchar a los Stones.
Y he aquí y ahora que más de 50 años después, unas 500 toneladas de
equipamiento llegaron a La Habana, como parte de la parafernalia para asegurar
un concierto de los septuagenarios rockeros, que se van a subir a un escenario
de unos 20 metros de alto por 80 de largo, para “sonar” con la misma energía y
la misma gana de vivir que sus admiradores, con edades, tendencias, modas,
gustos e intereses distintos, sepan inglés o no.
Años después, en mis
inolvidables años universitarios integré una banda ──lo mismo estremeciendo la
batería o empuñando las maracas──, variada en su repertorio y audaz en sus
propuestas, que asumía igual el sabor Matamoros y la esencia GESI*, con un
discreto tono rockero.
Para la fecha, Rolineston estaba en mi Olimpo propio,
con menos prudencia en el imaginario sociopolítico, como el pelo largo, el
inglés y los amores luminosos con muchachas
audaces.
En breve los músicos
británicos estarán desbordando la Ciudad Deportiva.
De cómo fue espero saber
decirles cuando viva esas horas en las que sigo teniendo los mismos amores
simultáneos, los que, a pesar de todo, nunca entraron en contradicciones.
*GESI: Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC