¡Que valga la pena!
El presente trabajo fue premio en la categoria SNAP del concuro de periodismo sobre
ciencia "Gilberto Caballero 2015"
Fotos: Ismael
Almeida
Un original pecado,
nacido tal vez del movimiento desarrollista de la revolución industrial, parece
condenarnos hoy a esta vida light de sexo con condón y naturaleza al modo «se
mira pero no se toca». Pero hay quienes se niegan al fatalismo y aterrizan acciones
para la conservación armónica y equilibrada de los valores naturales,
históricos y culturales de los ecosistemas.
En el camino al
desarrollo sostenible, se trata de hallar equilibrio en la biodiversidad, en la
que deben coexistir humanos y naturaleza: unos buscan el bienestar; la otra, en
perdurar a pesar de todo. La idea de proteger el medio ambiente no puede
constituir una tendencia «museable».
Un pensamiento
sostenible aconseja producir. El mismo pensamiento propone ofrecer servicios
para la felicidad, que traducido al tema en cuestión pudiera ser turismo
—también nacional— de naturaleza.
Pero la isla
asombrosa que es Cuba necesita —entre otros muchos detalles— de una conciencia
social, para hacer de su geografía un escenario ideal de ecoturismo —desde el
senderismo al turismo de salud—, al compás de «Conozca Cuba primero y al
extranjero después».
Desde luego,
vocación tal cuesta dineros, políticas y voluntades. Y sobran políticas y
voluntades. La estructura existe. Hay 211 áreas protegidas identificadas en el
país, clasificadas en Áreas Protegidas de Significación Nacional —77—, Áreas
Protegidas de Significación Local —134—y Regiones Especiales de Desarrollo
Sostenible. Solo 120 están administradas con manejo efectivo.
Para la gestión de
los recursos se subdividen en Reserva Natural, Parque Nacional, Reserva
Ecológica, Elemento Natural Destacado, Refugio de Fauna, Reserva Florística
Manejada, Paisaje Natural Protegido y Área Protegida de Recursos Manejados.
Estas maravillas,
que no siempre podemos ver, constituyen el 20,20% del total del territorio
nacional. El 24,96% pertenece a la plataforma insular—marino/costera— y el
17,16% es superficie terrestre.
Una propuesta
soñada pretende incrementar las áreas marinas. En coadministración con el
Cuerpo de Guardabosques, del SNAP emplea la tercera red de comunicación más
potente del país, en la banda de los 7 metros de onda corta.
De tácticas y estrategias
La ONU declaró al
2014 como el «Año Internacional de las Naciones Unidas sobre los Pequeños
Estados Insulares en Desarrollo».
Cobijo de 63,2
millones de personas, estos países son guardianes del 30% de las 50 zonas
económicas exclusivas más destacadas del mundo. La región del Caribe — una de
las más visitadas del planeta— recibe cada año 21 millones de visitantes, según
datos de la Naciones Unidas.
Además de ser
territorios muy vulnerables a consecuencias del cambio climático, tienen un
peligro adicional: en pequeños espacios es enorme la antropización, perturbando
un escenario que la naturaleza ha necesitado millones de años en modelar.
El 78,6% de las
áreas protegidas aprobadas por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros (81
áreas) se gestionan mediantes planes de manejo y planes operativos
actualizados. Otro 20,3% (21 áreas) se gestiona mediante Planes Operativos
Especiales, pues son áreas que hace menos de dos años fueron aprobadas
legalmente.
Las principales
dificultades afloran en la necesidad de financiamiento. Sin embargo, «El
desabastecimiento de los suministradores nacionales —han dicho los directivos
de SNAP— limita o hace muy difícil la ejecución financiera de los proyectos
internacionales». Urge además aterrizar el marco legal, aplicable al sistema
nacional de áreas protegidas, ante la carencia de capítulos para los delitos
ambientales en el código penal.
¿Habrá total
comprensión a nivel macrosocial sobre la importancia de las áreas protegidas,
en lo ambiental económico, social, estratégico y de seguridad nacional?
Los sueños a veces
son monumentales.