Una pelea cubana contra los demonios…del dios Huracán.
Luego del paso de los huracanes Gustav y Ike, varios estudiantes y jóvenes egresados de la Facultad de Ingeniería Civil del Instituto Superior Politécnico “José Antonio Echeverría” (CUJAE), se plantearon materializar la propuesta de un equipo de profesores cubanos: una solución sostenible en la reconstrucción de viviendas en áreas vulnerables a desastres atmosféricos.
A tal propósito se unió un grupo de estudiantes de University of Bristol, de Gran Bretaña y de la Université Ruben Leconte, de Haití. Meses después, con el título “Diseño de Habitación Protegida y Tecnología de Construcción para Zonas Vulnerables ante el paso de Huracanes por el Caribe”, el proyecto obtenía el Premio de Ingeniería Mondialogo 2009, un laurel otorgado por la UNESCO con colaboración empresarial.
Por Jorge Sariol. Imágenes: Cortesía de los entrevistados
Las catástrofes que sufre la humanidad —tanto las naturales como las antrópicas— resultan siempre desestabilizadoras. La prontitud en la recuperación significa mucho, tanto para volver sobre la sencilla vida cotidiana como para el equilibrio en ámbitos demo-económicos que definen una nación.
Una buena cantidad de asentamientos poblacionales del país —con densidad, entre 10 000 y 20 000 habitantes—, sirvieron de material de estudios. Sucede que muchas personas construyen en condiciones de vulnerabilidad: según necesidades, por manos no expertas, con materiales no idóneos y sin consideraciones técnicas. Y está demostrado que un techo de asbesto-cemento puede resistir huracanes intensos, si en la construcción se cumplen determinados requerimientos.
El estudio promovido desde la CUJAE partía del concepto de «núcleo refugio», un diseño de habitación abrigada, de concreto, con posibilidad de ampliación paulatina y en 4 fases, de acuerdo con las necesidades y los recursos locales disponibles: El plan incluye implementación de tecnología y pruebas de campo en localidades como La Palma, en la provincia de Pinar Río, Cuba y la ciudad de Gonaïves, Haití.
«De modo que es respuesta rápida a la destrucción, a partir de un eje, con 25 metros cuadrado promedio, con tres espacios vitales: una cocina, un baño y un área “de estar” , que es lo mínimo que necesita una familia para vivir mientras se recupera —explica uno de los gestores principales del proyecto, el Dr. en Arquitectura Obdulio Coca Rodríguez—, pero también como refugio de horas, incluso días, y para resguardar los medios y valores más apreciados ante el paso de otro posible huracán. Las variantes consideran diferentes formas de viviendas y también de asociación, porque las hay aisladas, pareadas, o en tiras. Intentamos obtener densidades de 250 habitantes por hectáreas y más, con un por ciento de ocupación de suelo, por encima del 30, que es un valor aceptable».
Sin embargo, para el académico Coca Rodríguez —profesor de la CUJAE— esta no es una solución transitoria. «La vivienda semilla tiene un carácter permanente. Apostamos incluso por un modelo biplanta —dice— para ser más racional con los espacios y aprovechar mejor el suelo. Poco a poco, con la misma idea, la familia puede ir ampliando o rescatando el hogar, con materiales incluso reciclados».
Globalización de buenas ideas
Globalización de buenas ideas
Sobre esa base trabajaron los estudiantes. Todo el proyecto constituyó un ejemplo de transferencias de tecnologías Sur-Sur y también de transmisión de conocimientos y experiencias Sur-Norte. De la Bristol llegaron a La Habana a aprender, en mayo de 2008, tres muchachos y una muchacha. Cubanos e ingleses, inicialmente enfocaron el trabajo en una construcción sostenible, tomada de experiencias anteriores, y concentraron el análisis en las pruebas del laboratorio sobre materiales locales. El llegado de Haití, se dispuso en el grupo de diseño y evaluación estructural[1].
Las pruebas incluyeron «cocinar» tejas de varios materiales y bloques con articulaciones secas, —estilo machihembrado— que no se pegan con cementos, pues las paredes se refuerzan con cabillas en puntos estratégicos. Para todos, el intercambio fue aleccionador. La barrera idiomática fue superada, más allá de términos técnicos[2].
El Dr. Ingeniero Jorge Acevedo Catá —también profesor de la CUJAE y otro de los creadores-asesores del proyecto— considera esencial haber respetado tres pasos básicos: «situarse en el entorno geográfico, seleccionar los recursos materiales y humanos, y analizar los requerimientos sociales, porque las viviendas las construirán los propios afectados y la mano de obra tiene que calificarse en la práctica; porque la tecnología es sencilla y las inversiones son pequeñas, con materiales locales, y porque cuando prevés la construcción de viviendas tienes que pensar en viabilidad y costos. Por ejemplo, las tejas son baratas, la usan 40 países con mucha eficiencia y en varios status sociales. En menos de tres días las mujeres pueden hacer 800 tejas, que equivalen a 64 metros cuadrados de techo. Luego ese mismo techo más adelante puede convertirse en encofrado para hormigón armado».
Para los especialistas, la solución hay que pensarla a escala mayor y de modo armónico —urbanística y arquitectónicamente—, para que el crecimiento no sea descontrolado, sin ilegalidades ni usurpaciones.
«Tengamos en cuenta también —advierte el Dr. Coca— y esto resulta muy importante, que un evacuado cuesta entre 30 y 35 CUC diarios; así que imaginemos un millón de evacuados, ante la amenaza de cada ciclón, usualmente más de uno en cada temporada ciclónica. Claro, habrá siempre que evacuar poblaciones que viven en zonas de inundación».
El estudio no incluye la aportación de recursos y créditos bancarios, pero considera inevitable la participación del estado y los gobiernos locales, en la asistencia de estos tipos de apoyo y en asesoría y consultas tecnológicas.
La esencia es disminuir los daños producidos por huracanes y progresivamente mejorar el fondo habitacional, pero luego del terrible terremoto en Haití, el proyecto ofrece en su procedimiento tecnológico y organizacional una nueva perspectiva de trabajo.
[1] Por la CUJAE participaron el arquitecto Sándor Pérez González y los ingenieros Iván Martínez Herrera, Richard Álvarez Konkov, Yoermes González Haramboure, Elier Pavón de la Fé, Daisbel Martínez Pimentel, Carlos Fernández-Aballí Altamirano y Karel Pérez Alejo. Por parte de los ingleses estuvieron James Davies, Harry Crofton, Dimitrios Kandylakis y Francesca Draper. Por la parte haitiana se sumó luego el Ing. Stanley Evans Daniel, más tarde al grupo se uniría Yahong Lee, de China y Ulviyya Ibrahimli de Zangi Lyceum, de la República de Azerbaiján.
[2] Solo un mes de intercambio intercultural y todos hablaban ya “en cubano”, previo un tiempo de «spanglish». El “diálogo” a tiempo completo, significó recorridos por la ciudad, tiempo de playa, un par de fiestas de barbacoa, ambas bajo fuerte aguacero, asistencia a eventos culturales, e incluso un fin de semana de campismo. Amigos extranjeros se alojaron en casa de cubanos después de unas cuantas noches de parranda.