En 1959 Cuba tenía 6,8 millones de habitantes.
Seis años después llegaba a los ocho millones. Luego de siete años la cifra se elevó a nueve; pasados once años éramos ya diez millones. En 1997 vivíamos once millones de cubanos encaramados sobre el archipiélago nacional. Ocho años más tarde, en 2005 se llegó a una cifra considerada por los expertos como el tope adonde llegaremos: Once millones 234 mil 836 habitantes.
Desde el 2006 comenzó un proceso a la inversa y se dice que para el 2030 se habrá bajado de los 11 millones.
Muchos advierten del complejísimo panorama que nos está plantando cara, y que para entender los caminos a seguir habrá que acudir a la Antropología como «la ciencia» de todas las ciencias. Y tal vez sea cierto porque la Antropología (del griego Anthrópos, ser humano y logos, discurso) en su organización como transdisciplina, reúne en una sola materia de estudio diversas especialidades que se ocupan del análisis de disímiles aspectos de la vida humana: biología, geología, ciencias físicas, lingüística, humanísticas, sociales, culturales, arqueológicas, históricas, patrimonio, turismo, meteorología, cibernética, medio ambiente y globalización, observados a través del tiempo y el espacio, en los más diversos entornos posibles.
En los últimos años la Antropología ha tomado en Cuba más fuerza de la que tradicionalmente ha tenido. Sucede que hasta ahora tuvo más desarrollo la antropología biológica; sin embargo comienza a entenderse, por fin, que no es solo la ciencia que estudia al hombre, sino mucho más que eso.
Para el Dr. Armando Rangel Rivero, del Museo Antropológico Montané, de la Universidad de La Habana , si desde la óptica de la Antropología biológica se estudia el origen y la evolución, considerando la relación entre su desarrollo ontogenético y los factores socioculturales, «entonces no debemos divorciar, bajo ningún concepto lo social, lo psicológico y lo biológico, y pensar así en un ser biopsicosocial, cuyo progreso esté marcado por las condicionantes de todas las partes, pudiendo de este modo, realizar verdaderos análisis que faciliten la rápida toma de decisiones en problemas que lesionan a la humanidad.»
Pensar Cuba
Pero la realidad social de Cuba no se parece a ninguna otra. Y es más compleja de lo que muchos suponen. En nuestro país, la clasificación de lo urbano y lo rural, por ejemplo, ha tenido que revisar viejos conceptos, reformular paradigmas y modificar nomenclaturas 1. No son las mismas maneras de vivir en Ciudad de la Habana si se es del Vedado o de barrios colindantes a la Autopista Nacional. En cambio, codificaciones demográficas como asentamiento poblacional, indicadores de las políticas públicas, cantidad de población en cada territorio, población base, fecundidad o mortalidad tienen entre el «campo y la ciudad», fronteras no siempre bien definidas.
Para el Dr. Roberto Dávalos Medina, del Departamento de Sociología, Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, el espacio urbano, donde se expresa el estatus y el papel de las personas «se refleja a su vez en cinco espacios: en lo doméstico, en el aprovisionamiento, en la recreación, en el de vecindad y en el de país. Pero se puede estar en espacios muy públicos y sentirse muy solo. Por eso es tan importante analizar los modos urbanos de comportamiento desde una mirada antropológica —encapsulación, segregatividad, intregratividad y soledad—, lo que significa estudios que den a la gente habilidades para enfrentar el mundo.
«La ciudad —advierte el Dr. Dávalos—, además de un hecho físico y de un tipo particular de sociabilidad, es un estilo de vida que merece ser estudiado desde la profundidad 2.»
Antropología y desastres
La antropología, que intenta explicarse por qué los desequilibrios demo-económicos de los espacios causan tanto daño, se interesa en los estudios sobre la acción del hombre sobre el medio —antropización— tanto como el impacto de los desastres naturales sobre el hombre.
Los antropólogos dedicados al asunto, al decir del Dr. Rangel, observan los desastres como alteraciones intensas del paisaje, tanto de los espacios físicos ocupados por las personas, como del paisaje humano. «Estos eventos ocurren en un tiempo y espacio determinados, en los cuales una comunidad o parte de la sociedad sufre detrimentos dinámicos, con pérdidas humanas y materiales, desajustando las estructuras sociales, provocando que la vida cotidiana se vea afectada en un período de tiempo casi siempre largo. Tunas de Zaza, donde hay gran actividad de la industria pesquera, es ejemplo de antropización del hombre sobre el medio —el vertedero está en la misma costa— y a su vez ha sido franja muy afectada por los ciclones. Ha habido gran afectación no solo en la zona urbana, a menos de 50 metros de la costa, sino en la vegetación costera, sobre todo el mangle. El cementerio está sobre la misma línea de costa, y encima de las tumbas de los ataúdes tienen que poner piedras para que el agua no saque las osamentas en tiempos de tormentas. Por otro lado está la experiencia del delta del Río Cauto y el uso de cloruro de plata para provocar la lluvia, práctica que trae beneficios pero también perjuicios».
Aunque desde la antropología no se toman decisiones, pueden darse alertas, promover orientaciones y establecer estrategias; da esta ciencia para estudios lo mismo acerca de las fiestas de 15, que de los incendios forestales como parte de los estudios de antropización del hombre, o de conflictos como el de los jóvenes de la calle G.
«Sucede que se pueden hacer incluso estudios antropológicos de carácter religioso —dice Rangel—, pero desde la religión no puedes hacer antropología, pues no tiene nada que ver con los fenómenos reales de la sociedad contemporánea. En mi opinión, no es necesaria una carrera de Antropología en Cuba —de hecho nunca la hubo—, pero es cierto que se ha vuelto una ciencia utilísima; su esencia no es describir sino analizar el porqué de los fenómenos; pero tampoco es el ombligo del mundo, ni puede dar todas las respuestas, y las acciones a emprender dependen siempre de la voluntad política de los decisores».
1 Es significativo que el 99.9 % de los nacimientos en el país ocurran en hospitales y otros centros de salud, y los nacidos fuera del «ámbito médico» (apenas el 0,1%) entran inmediatamente en igualdad de condiciones en las relaciones institucionales.
2 El Dr. Robert Clouse, Arqueólogo de la Facultad de Artes y Ciencias y director de los museos de la Universidad de Alabama ha dicho que La Habana —en su parte vieja— tendrá el registro arqueológico más grande que cualquier ciudad del mundo. «La ciudad se construye sobre capas pero los registros más viejos se van quedando ahí, a pesar de que en contextos urbanos la actividad antrópica es continua y la presencia de interfases de destrucción suelen ser más comunes que los propios depósitos positivos o acumulativos. Pero todo es conocimiento